Quédate en el ahora

¿Y qué pasa si un día dejas de planear?

¿Si te subes al primer avión y terminas en Cartagena? Si le hago caso a esa voz que me dice que no siempre necesito tanta claridad, que a veces sólo necesitas dejar que la vida se desdoble y soltar un poco el control. Y quedarte en el ahora.

No sé por qué me da por planear todo —cómo voy a preparar el café hoy, a qué hora voy a salir de mi casa, cuántas páginas de mi libro voy a leer—, si rara vez las cosas pasan como lo planeé. Creo que mientras más planeo menos pasa como lo esperaba. No sé por qué le tengo tanto miedo a lo inesperado (si a mí me encantan las sorpresas), a que no pase lo que quiero que pase, a que todo salga mal.

Pero ¿Para qué planear? Si la historia nunca termina como creía. Si a veces el poema se escribe mejor cuando surge de esa inspiración espontánea y no de un día sentada frente a la hoja en blanco. Si le doy mil vueltas en mi cabeza a un escenario pero cuando llega el momento no sé decir “te quiero”. Si todo lo que puede salir mal también puede salir mucho mejor de lo que esperaba.

Sé que por mi propio bien tengo que aprender a tirar la agenda por la ventana y a decir que sí a las invitaciones de último momento (tal vez debería de comprar ese vuelo a Colombia), a salirme de la historia que creí que ya estaba escrita y agregarle unas escenas improvisadas, a vivir un poquito en el mundo real en vez de pasar tanto tiempo en mi cabeza. A escribir más cosas que nunca se me hubieran ocurrido escribir como esta.

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