Cementerio Digital
Si las relaciones en la era digital son difíciles, las rupturas lo son aún más. Lo cobardes que nos hemos vuelto los seres humanos, rompiendo vínculos por mensaje, por correo electrónico (así es, a mí una vez me terminaron por correo, nada más le faltó ponerme “Saludos cordiales”). Queremos ahorrarnos los encuentros incómodos y el ver ojos llenos de lágrimas. Mandamos un mensaje de despedida y creemos que eso basta para que la otra persona entienda.
Y luego, ya que aceptaste que la otra persona no va a volver, sigue el proceso de eliminar todo rastro de la persona no sólo de nuestra vida diaria sino también de nuestra vida digital. Dejar de seguir, bloquear, borrar su número, borrar todas las fotos donde aparece esa persona —escribir uno o diez tweets al respecto—, silenciar a sus amigos, sacarla de la cuenta de Netflix, borrar la playlist que hicieron en Spotify, eliminar su dirección de Uber Eats porque nunca más vas a volver a mandarle un café…
Adiós, nada más estás ocupando espacio en mi memoria (virtual y no virtual).
A veces alguna aplicación que ni te esperabas te toma por sorpresa. En mi caso Uber no me dejó en paz por meses. La dirección de la casa de mi ex era el destino sugerido cada vez que abría la aplicación.
Uber: Es una bella noche, ¿a dónde vas? Aquí están las direcciones sugeridas, ¿NO SE TE ANTOJA IR A CASA DE TU EX?
Ahhh, por meses pediste viajes a esta dirección, no importa que hace semanas que no has ido, seguro hoy es un buen día para ir. Alta traición, Uber.
Y es que resulta que hasta tienes que quitar de tu carrito de Amazon los regalos que tenías pensados para la siguiente Navidad.
Pasamos días, semanas y a veces meses borrando todo rastro de esa persona hasta que por fin llega el día. Y dejamos para el último momento el acto más difícil y final que existe en una relación: borrar nuestro chat. Despedirse de las primeras conversaciones, adiós al primer te quiero que te escribió, adiós a las fotos que nos compartimos todos estos meses, adiós al último mensaje que no contestó. Se fue nuestro chat lleno de corazones amarillos. Se fue al cementerio virtual a donde se van a morir todas esas relaciones que se construyeron a base de mensajes compartidos y que también se terminaron con un mensaje.
Para mí borrar el chat es ponerle punto final a nuestra historia, es aceptar que a veces no tenemos la despedida que merecemos, que no necesitamos un último mensaje, una última conversación, que hay preguntas que se van a quedar sin respuestas, que a veces cerrar un capítulo depende únicamente de nosotros.